por Juan Ignacio Blando

Los festejos por los 50 años de la diócesis

Es probable que en numerosas ocasiones monseñor Gottau haya soñado con una diócesis al servicio de los más pobres, con miles de personas celebrando la fe, con familias añatuyenses hospedando y decenas de chicos ayudando a todo peregrino que pise su tierra. Es probable que este mismo sueño, su fe en el Señor y María, y su infatigable trabajo lo hayan guiado en sus 31 años de obispo.

Lo que es difícil imaginar es que gran parte de ese sueño se cumpliría en las celebraciones de los 50 años de la diócesis.

Añatuya se vistió de fiesta y desde las primeras horas del viernes el clima festivo se percibía en el aire. Al recorrer las calles del pueblo numerosos carteles informaban a algún desprevenido de qué se trataba la fiesta.

Desde las más caseras letras recortadas, cartulinas, y banderas con las inscripciones “Felices 50 años querida diócesis” o “Bienvenidos: 50 años – Diócesis Añatuya”, hasta los más fabricados pasacalles ilustraban las casas de la ciudad.

Pero si aún así no se había contagiado el clima festivo, bastaba con pasar por el ateneo, donde decenas de servidores esperaban a los peregrinos para dar las acreditaciones. La cantidad de servidores excedió largamente las expectativas; según fuentes del obispado cerca de 200 servidores colaboraron en la fiesta.

El kit del jubileo contenía un morral celeste, con el logo del cincuentenario y la inscripción: “50 años evangelizando para un mundo mejor”, dentro del cual se encontraban el “Libro del Peregrino” con información, lecturas, cancioneros y un poco de historia para vivir a pleno la celebración. También una credencial con los tickets para las distintas comidas, la cruz de Matará y una remera blanca con el mismo logo del morral.

A las 17.30 se inició el acto de bienvenida en el club San Jorge y, desde allí luego de haber pasado por la acreditación y tener designado el lugar de alojamiento, partió una procesión que terminaría en la catedral de la ciudad y estaba encabezada por una réplica de la Cruz de Matará.

La catedral presentó un aspecto renovado, si bien resaltaban los rasgos de un templo en restauración, tenía una modificación... Sobre el ala derecha, una novedosa mini exposición con pertenencias de Jorge Gottau decoraba el lugar donde descansan sus restos.

A la 20.30 se inició la misa que fue presidida por el segundo obispo que tuvo la diócesis de Añatuya, monseñor Antonio Baseotto, y a la que asistieron centenares de personas.

En la homilía, Baseotto recordó la figura de Gottau y en particular el momento en que recibió la noticia de tener que tomar posesión de la recién creada diócesis. “Nos miramos y nos preguntamos ¿dónde será eso? Era una ciudad desconocida para nosotros” rememoró el actual obispo emérito de Añatuya. Asimismo reconoció que “en aquel entonces muchas familias de ferroviarios, niños y jóvenes por primera vez veían un obispo, y ya pasaron 50 años, y aún queda mucho por hacer”.

El día sábado se inició colmado de actividades. Había ocho pastorales dedicadas a diferentes temas: liturgia, social, misionera, familia y movimientos, catequesis, juvenil y vocacional, Cáritas, y comunicación que estaban distribuidas en las dis-tintas escuelas y templos del lugar.

En cada escuela el motivo del festejo rebalsaba las paredes con toda clase de afiches, ya sean dedicados a la historia del lugar o en su mayoría a monseñor Gottau, su trabajo en la diócesis y su inicio en el camino a la canonización.

A la tarde la actividad de las pastorales se reanudó luego del almuerzo y la “sagrada” siesta. En uno de los establecimientos, la escuela de oficios San Vicente de Paul, la preparación de los sándwiches de milanesa para el almuerzo del domingo era el tema del día. Si bien los maestros y colaboradores tenían que preparar 2000 viandas y a las 18.00 del sábado apenas iban 200, la felicidad de estar siendo partícipes de la celebración desde su labor no se les borraba del rostro.

A las 19.00 comenzó la procesión. La concentración fue en la catedral, allí tres marionetas gigantes animaban la ceremonia y quizás una de las mayores sorpresas del fin de semana ocurrió cuando la Virgen del Valle de Catamarca llegó para sumarse a los festejos y encabezar la procesión.

Fueron ocho cuadras a puros cantos y alabanzas, un sinónimo de fiesta; la caravana partió de la catedral, caminó por la calle Sarmiento, dobló en la avenida Gottau y luego transitó por avenida Belgrano hasta el anfiteatro Padre Suárez donde se celebró la misa.

La presentación del anfiteatro no desentonó con la organización del cincuentenario. La cruz de Matará que había encabezado la procesión del día anterior, estaba colgada en el centro del escenario y en los bordes del techo se formaba un rosario que terminaba en la mencionada cruz. En el centro del escenario había un cartel con el logo del festejo, el logo de la Fundación Gottau, el rostro de Jorge Gottau, y en el medio el lema “50 años de amor a los más pobres expresado en obras”.

La misa la presidió el Arzobispo de Tucu-mán, monseñor Alfredo Zecca, y concelebraron el obispo de Salta, Mario Cargnello; el obispo de Santiago del Estero, Francisco Polti; el obispo de Concepción, José María Rossi; el obispo de Catamarca, Luis Urbanc; el obispo de Añatuya, Adolfo Uriona y el obispo emérito de la diócesis local, Antonio Baseotto.

Según datos de la municipalidad aproximadamente 4.000 personas asistieron a la misa y, al terminar la celebración, se entregaron reconocimientos a las fundaciones Hamburgo, Gottau y Perez Companc; a la Intendencia, la Gobernación, y a familiares de Jorge Gottau entre otros.

Luego empezaron los números artísticos con diferentes grupos musicales, ballets, actuaciones y cuando un corte de luz parecía empañar la fiesta, los fuegos artificiales iluminaron el cielo añatuyense.

Desde un costado el humo de las hamburguesas y los tradicionales “chori” invitaban a iniciar la cena, para poder terminar un sábado a pura chacarera con la vuelta de la electricidad.

El domingo desde las 8.00 se inició la jornada que culminaría con los festejos del jubileo. A las 8.30 comenzaron laudes, mientras los sacerdotes se ubicaban en el predio para confesar a todos los peregrinos que necesitaran del sacramento. Lue-go vino la Hora Santa y de a poco la población se empezó a acercar al anfiteatro para participar de la santa Misa.

A las 10.00 se inició la celebración, presidida por mons. Adolfo Uriona, quien en su homilía (que se basó en la carta pastoral que publicamos en nuestra revista) reflexionó que “se viven momentos de confusión y desorientación” para los que profesamos la fe e instó a: “Volver a comenzar desde Jesucristo”, para que todos puedan tener “un encuentro personal con Él”.

También hubo espacio para el agradecimiento y al iniciar su homilía el obispo de Añatuya expresó que lo primero que surge es “una sentida acción de gracias a Dios” por haber elegido a monseñor Jorge Gottau como primer obispo de la diócesis de Añatuya. Remarcó que Gottau, junto al grupo de sacerdotes que se fueron sumando con los años, fueron quienes implantaron “una Iglesia servidora de los pobres con múltiples estructuras para el servicio de los más necesitados” y gracias a esto se pudo iniciar la tarea evangelizadora.

Antes de finalizar la Misa hubo un reconocimiento a religiosas, religiosos y sacerdotes, que trabajaron y trabajan actualmente en la diócesis. Además fueron entregadas cuatro biblias a cada uno de los sacerdotes representantes de cada zona de la diócesis como una forma de remarcar el compromiso de “caminar a la animación bíblica” expresado en la homilía.

Y, de apoco se fue terminando la fiesta añatuyense: con los agradecimientos restantes y las disculpas por los olvidos, de parte de los sacerdotes Cristian Ducloux y Fidel Ruiz; con los 2000 sándwiches de milanesa preparados para compartir el almuerzo final en comunidad y con la tristeza de toda fiesta que llega a su fin, pero el compromiso de renovar la tarea de evangelización y promoción humana iniciada por el siervo de Dios mons. Jorge Gottau en 1961, y caminar de esta forma al centenario.