por Juan Carlos Pisano

Multiplicar es la tarea

Cristina es la directora de la escuela especial Santa Margarita y también es la presidente de la Junta diocesana de educación.
En este artículo nos cuenta la actualidad de los establecimientos educativos del obispado.

Desde hace muchos años, porque me gusta su letra y su melodía, escucho muy a menudo la canción de Juan Carlos Baglietto “Tratando de crecer”. El estribillo le dio el título a este artículo: “Todavía me emocionan ciertas voces,//todavía creo en mirar a los ojos,//todavía tengo en mente cambiar algo,//todavía y a Dios gracias, todavía.//El sol quema la lengua de los lagartos,//la verdad es buen veneno pa' las tripas,//todavía hay mucha gente que esta viva,//todavía y Dios gracias todavía.//Multiplicar, es la tarea, es la tarea...”.

Quiero escribir del pasado y del presente de la diócesis de Añatuya, en este 50 aniversario y es muy probable que el lector no encuentre la relación que puede existir entre la canción citada, la labor pastoral de monseñor Gottau desde la erección de la diócesis hasta su muerte y la situación actual de esta porción de la Iglesia que peregrina con el acompañamiento de monseñor Adolfo Uriona por esas tierras de Santiago del Estero.

Trataré de explicar esa relación existente entre la canción y el cincuentenario diocesano. Vayamos de a poco. El primer paso fue una suerte de desazón que me invadió cuando me puse a pensar que era muy probable que tuviera que escribir algo para la revista aniversario. La desazón estuvo provocada porque no quería caer en el lugar común de la reseña histórica y repetir ideas y conceptos ya señalados en numerosas ocasiones y que, en situaciones como esta uno se ve casi obligado a volver sobre ellos. Y no se me ocurría ningún enfoque medianamente original.

El segundo paso fue el primer alivio que tuve. En una conversación con Guille González –responsable de la edición de la revista Gottau– me comentó que le gustaría que escribiera acerca de la relación entre la labor de Jorge Gottau en Añatuya y el episodio de la vida de Jesús conocido como la multiplicación de los panes. La charla fue providencial porque, a medida que intercambiábamos ideas, se me iba clarificando la posibilidad de escribir un artículo que no cayera en los lugares comunes antes mencionados.

Por último, con la imagen de la multiplicación de los panes y de los peces, se me fue perfilando la manera concreta de enfocar el artículo. Y empecé a tararear el estribillo de la canción. Por eso, habiendo compartido la génesis de estas ideas ya estoy en condiciones de que el lector interprete cabalmente de dónde surge esta forma de abordar la temática de los primeros cincuenta años de la diócesis.

Pasaron cincuenta años, pero todavía falta hacer mucho; sin embargo, como dice la canción, “Todavía me emocionan ciertas voces,//todavía creo en mirar a los ojos,//todavía tengo en mente cambiar algo,//todavía y a Dios gracias, todavía”; cada evangelizador, promotor social o agente de pastoral puede decir y decirse que, a pesar de que se ha hecho mucho, ciertas voces lo siguen emocionando y le dan fuerzas para seguir adelante. Que cree en mirar a los ojos, esos ojos transparentes que reflejan la pobreza de ex-tensas regiones de la diócesis, esos ojos cálidos que se abren deseosos de encontrar otra mirada, esos ojos dolidos pero que no se cierran fácilmente. Y, fundamentalmente que todavía permanece la idea de cambiar, aunque alguno pudiera conformarse con lo mucho que se ha hecho y ahora dejar que las cosas sigan por los canales que han tomado. No, a Dios gracias, es posible seguir albergando sueños. Aunque no sea por mérito propio sino gracias a Dios.

Y también está claro que, para seguir, la tarea es multiplicar.

Multiplicar esfuerzos, multiplicar lugares de acción pastoral y promoción humana, multiplicar la cantidad de agentes evangelizadores –laicos, religiosas, sacerdotes– y multiplicar la esperanza.

Y, a esta altura del artículo, ya he mencionado en dos oportunidades la evangelización al lado de la promoción humana. Sin embargo, me doy cuenta que debo hacerlo así porque aunque evangelización sin promoción humana no es evangelización, la mayoría de la gente no tiene incorporado ese concepto. Es probable que el cristiano de ”las provincias” tenga más clara esta idea de que el concepto evangelización incluye, necesariamente la idea de promoción humana pero, en otros ámbitos donde la religión se ha apoltronado de tal forma que se identifica la evangelización sólo con un anuncio de la Palabra de Dios y con la catequización y aquello relacionado con la promoción humana se relega al plano del asistencialismo.

La evangelización supone e implica apos-tar al desarrollo integral de la persona y a su liberación de las ataduras que pudieran someterlo a tener una vida con las necesidades básicas insatisfechas. Los vínculos entre promoción humana y evangelización se dan en todos los planos: en el aspecto antropológico, porque la persona que es el sujeto de la acción evangelizadora no es un ser abstracto que está fuera del mundo, sino una persona concreta con problemas sociales y económicos. También en el plano de orden teológico, ya que no se puede separar la situación de las personas de la salvación y de la redención que no es sólo en el aspecto espiritual sino que alcanza a la injusticia que hay que combatir y a la justicia que hay que restaurar.

Ya en 1974, el papa Pablo VI decía que era impensable "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad".

Y si hemos mencionado el multiplicar, surge el texto del encuentro de Jesús con la multitud que lo había seguido sin calcular que atardecía lejos de la población más cercana y los apóstoles inmediatamente percibieron que debían hacer algo ante esa situación. Y es bueno que veamos en detalle lo ocurrido: lo primero que se les ocurre es decirle a Jesús que deben despedir a la multitud. Dicho en otras palabras, es una supuesta solución que consiste en que cada uno se arregle por su cuenta. No se les ocurría otra salida porque no tenían dinero para comprar y eso les impedía ver que podían pensar algo más creativo.

Entonces surge de Jesús el extraordinario milagro que correspondería ser llamado el milagro del compartir y que consistió en que, ante la limitación de los apóstoles de “ver” más allá de la cuestión del dinero o de la propuesta de que cada uno se arregle como pueda, Jesús les pidiera que ellos les dieran de comer.

Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados que le ofrecieron y pronunció la bendición y se los dio. Un gesto que abrió el corazón y las alforjas de los presentes que, ante el ejemplo de quien compartía lo único que tenía, también se decidieron a compartir.

Así, de cara a la tarea desarrollada por Jorge Gottau y sus colaboradores en Añatuya y continuada en la actualidad por quienes tomaron la posta, consistió y consiste en poner en práctica en la vida de cada día aquella enseñanza de Jesús: aprender a compartir, a poner en común lo que se tiene, a partir, a repartir y a servir.